domingo, 14 de diciembre de 2008

Lleno del Espîritu pero encendido en ira...

Asî como en la reflexiôn de ayer, vemos hoy, que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, una persona cuando estâ plena del Espîritu Santo no quiere decir necesariamente que flote de bondad y de buenos modales. Aquî en el Antiguo Testamento vemos cômo, cuando Saûl se entera de que el rey de los Amonitas les pone como requisito a los de Jabes que se saquen el ojo derecho para poder hacer alianza con ellos "El Espîritu de Dios vino sobre Saûl y se encendiô en ira" (Jueces 11:1-6). En el Nuevo Testamento vemos cômo cuando Jesûs es bautizado "El Espîritu de Dios lo llena", y sin embargo, encendido en ira (y lleno del Espîritu Santo) limpia a chicotazo limpio el atrio del Templo porque los lîderes lo estân utilizando para mercadear (vea Juan capîtulo 2). Lo que nos dejan êstas dos porciones es que, hay momentos en la vida del creyente en que "es necesario" poner los puntos sobre las îes como decimos en buen chapîn, lo cuâl no significa que hayamos perdido el norte con respecto a nuestra relaciôn con Dios, o que, peor aûn, estemos caîdos de la gracia. En ambos casos vemos que "existen momentos" en la vida del creyente en que hay que defender con gallardîa y virilidad lo que es correcto, y el Espîritu de Dios nos va a respaldar. Sâul, segûn narra la historia a la que nos referimos destruyô a los Amonitas al grado de que no quedaron dos de ellos juntos (ver Jueces 11:12); mientras que en la narraciôn de Jesûs, aunque no lo dice, sabemos que en el Atrio se mantenîan "miles" de gentes y nadie se atreviô a hacerle frente, esto, debido a la ira que le vieron y al poder de Dios sobre êl.