miércoles, 4 de noviembre de 2009

Como la luz de la aurora.

Hace unos días escribimos acerca de quiénes irán al cielo y quiénes no, vimos en palabras del mismo Señor Jesucristo, a quienes Dios considera SU pueblo y a quienes considera como sus ENEMIGOS. Vimos también el hecho de que, aún y cuando, Dios nos considera salvos desde el momento mismo en que hacemos una confesión real, sincera, pura, y de corazón de la aceptación del sacrificio de su Hijo como suficiente pago por el perdón de nuestros pecados, aún así, repetimos, seguimos cometiendo pecados.

Pues bien, ciertamente, somos salvos inmediatamente que confesamos a Cristo como nuestro suficiente salvador, pero apenas inicia una batalla personal por llegar a una santidad mayor cada día. El ladrón de la cruz fue salvo inmediatamente que reconoció la inocencia y el valor de la muerte en la cruz de Cristo y por ello se lo confesó, y algún día, cuando Dios nos permita entrar al reino de los cielos que nos prometió, le veremos. Pero no le veremos precisamente en el altar de su trono sino muy lejos de él. Esto lo podemos probar porque el mismo Señor Jesucristo dijo: "Que el reino de los cielos hay gentes grandes y gentes pequeñas en lo espiritual" (vea mateo 5.19; Mateo 11:11). Y, aún Pablo que estuvo en lo más alto de los cielos (2da. Corintios 12:2)), nos hizo ver que desde ya en la tierra hay santos grandes y santos pequeños espiritualmente (Efesios 3:8).

Ahora bien, la forma en que nos vamos haciendo grandes es luchando contra los deseos de nuestra carne, el verdadero evangelio de Jesucristo es llevar la cruz, que no significa precisamente hacernos una cruz de madera y ponernola a memechez, lo que significa es LUCHAR POR SEGUIR A UN DIOS QUE NOS DICE QUÉ ES LO QUE TENEMOS QUE HACER, Y NO SEGUIR A UN DIOS AL CUAL NOSOTROS LE DECIMOS QUÉ ES LO QUE QUEREMOS QUE HAGA POR O PARA NOSOTROS. Y en la medida que nos vamos sometiendo a EL, entonces nuestra lámpara o nuestra luz va creciendo como la luz de la aurora, vamos madurando como creyentes y vamos haciéndonos grandes entre los santos, al menos ese es el pensamiento en Proverbios 4:18.