sábado, 15 de agosto de 2009

Conocíamos todo y a todos pero no pudimos entrar.

Aun y cuando conocemos perfectamente los conceptos que da la escritura de que: "El obrero es digno de su salario" y de que: "El que vive para el evangelio puede vivir del evangelio", nosotros hemos luchado toda la vida por no hacerlo por respeto a las ovejas más suceptibles, y para evitar que más personas sigan siendo lastimadas por los lamentables excesos que son inocultables desde hace mucho tiempo. Por ellos nos dedicamos a la venta de bienes raíces, y el tiempo libre lo utilizamos para tratar de orientar y consolar a otros, en ese afán hoy basarémos nuestra exposición en una experiencia vivida hace unos días.

Nuestra abogada y notaria vive en una colonia en donde por razones de seguridad existe una garita en donde uno debe reportarse para poder ingresar, muy a pesar de que el guardia nos conoce desde hace tres años, que conocemos el número de la casa, que sabemos y conocemos el nombre del empleado de servicio de nuestra abogada, que dimos el nombre de nuestra abogada, que dimos el código privado de ingreso a su residencia... no pudimos entrar. La razón, muy sencilla, no estaba nuestra abogada para que diera el permiso de ingreso, solamente con una palabra suya podíamos entrar. Nos dimos cuenta que conocíamos todos los detalles y a todas las personas, pero aún así, NO PUDIMOS ENTRAR.

Pronto, habrá un evento a nivel mundial similar del cual seremos testigos todos los que estemos con vida, El Señor vendrá como lo prometió hace dos mil años, muchos dirán que en su nombre hicieron milagros (vea Mateo 7:21); muchos le dirán que hasta fueron ministros de su templo; otros conocerán los detalles de su venida de memoria; muchos andarán con el grupo de personas que sí se van con el Señor; muchos parecerán que son creyentes porque conocen todo y a todos los que se van... PERO NO ENTRARÁN. Porque solamente con una palabra de Dios es que se puede entrar al condominio celestial. La Parábola de la Cizaña en Mateo 13 nos lo muestra: son idénticos a los verdaderos, pero son falsos. Juan nos lo dice en su primera epístola en el capítulo 2 y versos 18 y 19: caminaban con nosotros, salieron de nosotros... PERO NO ERAN DE NOSOTROS. En otras palabras: Conocían todo, conocían a todos pero no podrán entrar.