sábado, 16 de mayo de 2009

Cautos delante de Dios.

El ser humano trae por naturaleza dentro de su espíritu anhelos de libertad, anhelos de creatividad, etc. pero también trae un anhelo místico. Y es éste anhelo el que nos hace tarde o temprano buscar a Dios. Unos lo buscan de una forma y otros lo buscamos de otra, pero todos le buscamos. Cuando ese objetivo se encuentra el hombre es confrontado con lo que es y con lo que debiera de ser. Es también allí, en donde se diferencian los que van a ser pueblo de Dios y los que no lo serán nunca.

En ese momento de confrontación es cuando hay que tomar decisiones drásticas, pues el hombre anhela más un espíritu de libertad que un espíritu domado y moldeado. Salomón nos lo explica de ésta forma: "Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie, y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios" (Elesiatés 5:1). ¿Cuál es el sacrificio de los necios? El mismo nos lo explica: "No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios" (Ecliastés 5:2), en otras palabras "No hagas promesas a la ligera", "No hagas promesas en extremis, que luego te serán difíciles o dolorosas de cumplir". ¿La razón? Simplemente porque con Dios no se juega.

Es inherente también al ser humano hacer promesas en momentos de angustia, en momentos de desesperación, luego, cuando esos momentos pasan se siente duro o se siente difícil poder cumplir la promesa. Por ello, Salomón nos dice: "Cuando estés en la presencia de Dios, primero piensa, medita, razona, y luego habla, no sea que estés hablando como los necios que hablan sin cordura". Recordemos que en la Escritura un necio es una persona que "no es hijo de Dios" (Proverbios 1:32; 14:9 como ejemplos), por lo tanto lo que Salomón nos incita a hacer es a actuar como hijos de Dios no como hijos de perdición.