domingo, 21 de marzo de 2010

La corona de los viejos.

Aunque suene raro, qué difícil es llegar a viejo en éstos tiempos, cuando nosotros éramos niños, uno podía ver ancianos en la casa de cada vecino o de cada pariente, hoy en día, eso está más difícil a cada momento. Estamos viviendo una época en la cual los accidentes, las enfermedades, las guerras, pero especialmente la violencia ya no nos permite llegar a viejos con tanta facilidad.

Dice la escritura que los años de los hombres fuertes son setenta años, y que en la vida de los más dichosos ochenta. Ahora a los sesenta llegamos a la tercera edad, y también es increíble que el respeto y el aprecio que se le tenía a un anciano antes, hoy, es poco cultivado. Antes un hombre o una mujer de la tercera edad era contratado en casi cualquier empresa o negocio, pues se apreciaban aún sus fuerzas, y sobre todo, su conocimiento y experiencia, hoy, somos desechados. Sin embargo, los ancianos siempre han sido apreciados por Dios, tanto así, que los hombres más sabios, aún cuando no fueran tan viejos, eran llamados "ancianos" en la congregación (vea el libro de los Hechos). Hay un proverbio en la biblia que dice: "Corona de los viejos son los nietos, y la honra de los hijos, sus padres" (Proverbios 17:6).

Los ancianos servimos para guiar, orientar y enseñar a los que vienen atrás. Los que teníamos por costrumbre consultar con los más ancianos, apreciamos a éstos más cuando ya no están. Pero ese es el proceso normal de la vida, así que quienes ya llegamos a esa hermosa y preciosa tercera edad, tenemos que estar muy cerca de Dios, para que aquellos jóvenes que nos consulten, cuando ya no estemos también, nos sigan apreciando, y, al extrañarnos, quieran seguir el camino que nosotros seguimos de los que nos antecedieron. Mientras tanto, gocemos nuestra corona que son los nietos. Meditemos.