miércoles, 20 de enero de 2010

Las señales de Dios.

Cuando alguien construye algo hace mapas porque le sirven de señales; cuando alguien va a algún lugar pide señales; cuando estamos perdidos buscamos señales para orientarnos. El hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios, no podemos decir que por ello tenemos que creer la idea de que Dios es un ancianito bueno, sentado en una silla y viendo para la tierra, para entretenerse mientras mira cómo se maneja el hombre. Pero sí podemos decir que en su mente, en su espíritu, en su raciocinio, en su espiritualidad, el hombre fue hecho a semejanza de Dios (vea Génesis 1:17 y 1:22).

A Dios le gusta poner señales para que el hombre sepa, para que el hombre aprenda, para que el hombre recuerde, para que el hombre no se pierda. En Génesis 1:14 nos dice Dios: "Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de SEÑALES para las estaciones, para los años y los días". En Génesis 9:11-13 Dios dijo a Noé: "No exterminaré más al hombre, ni destruiré la tierra con agua ni con diluvio (entre paréntesis ésta es la razón por la cual creemos que los ecologístas están siendo títeres de interéses oscuros a un futuro cercano en contra de la humanidad), y ésta es la SEÑAL de esa promesa... el Arco Iris". Cuando va a nacer Jesús, Dios pone una estrella como SEÑAL (Mateo 2:2) para que el mundo sepa que la profecía se ha cumplido.

No haríamos mal ni le faltaríamos el respeto a nuestra fe ni a Dios, si antes de emprender cualquier clase de empresa o proyecto, le preguntáramos a Dios si nos puede dar una guía, una muestra, una SEÑAL, de si ese es el camino que quiere para nosotros en éste momento. Nunca, querer hacer la voluntad perfecta de Dios para nuestras vidas, será una falta de respeto a Dios y a nuestra fe. Dios tiene dos voluntades para con el hombre, la perfecta y la permisiva. La perfecta, es la que El desea de nosotros ahora; la permisiva, es la que EL nos permite hacer, aún y cuando, no sea lo indicado, pero que tarde o temprano nos hará recapacitar nuestra equivocación.