martes, 30 de junio de 2009

Estamos jugando o estamos en serio.

Mi segundo hermano mayor, Rafael, era muy aficionado a los animales tanto así que su profesión era veterinaria y zootecnia le gustaban las vacas, los caballos y los perros en ese orden ascendente, por ello aunque tuvo de los tres en su granja, lo que más abundó fueron los perros. Su especialidad era amaestrarlos para defensa personal, y cuando uno lo miraba trabajando él siempre expresaba: Si te pones a jugar con él, él pensará que es un juego; pero si te pones serio con él, él sabrá que es un trabajo.

El Dr. Rodriguez, pediatra que recibió a toda la camada de nuestros hijos y sobrinos, cuando nos quejábamos de que el bebé hacía ésto pero no hacía lo otro, que cómo le enseñábamos a ésto o lo otro, él siempre nos decía: El bebé siempre, por naturaleza, sabe cuando se está jugando con él y cuándo se está en serio con él. ¿A qué vienen éstos ejemplos? Muy sencillo, por naturaleza al hombre le gusta más "jugar" que ser "entrenado".

Y es por esa razón que muchos jugamos con Dios en lugar de tomarlo en serio. Nos gusta clamar a EL en tiempos de angustia, pero no nos gusta que nos entrene; nos gusta que nos responda nuestras oraciones, pero no nos gustan los "compromisos" con EL; nos gusta decir: "Primero Dios" pero en realidad son nuestros planes y no los de EL; nos gusta decir que sí, que creemos en EL y que somos de EL, pero nos gusta vivir a lo Frank Sinatra... a nuestra manera y no a la de Dios. Todo aquél que tome en serio a Dios, Dios lo tomará en serio, por ello nos dice: "Clama a mí en el día de la angustia, y yo te responderé" (Salmo 50:15). Pero todo aquél que juege con Dios, Dios jugará con él por no tomarlo en serio, por ello también sentencia: "Desechaste todo consejo mío, y mi reprensión no quisiste, por lo tanto, TAMBIEN YO ME REIRE EN VUESTRA CALAMIDAD, Y ME BURLARE CUANDO VINIERE SOBRE VOSOTROS LO QUE TEMEIS (Proverbio 1:25-26). En nuestra caminata hemos visto situaciones horribles de éste tipo, que no le deseamos a nadie. Bien decía nuestra amada bisabuela Sofía: Con Dios no se juega mijo.