sábado, 1 de agosto de 2009

Dependiendo el fabricante, así es el producto.

Todos cuando vamos a comprar algo, sea el producto que sea, ropa, pinturas, automóviles, comida, juguetes, y ya no digamos si son medicinas, queremos comprar la mejor marca posible. Esto se hace en la gran mayoría de casos, por seguridad, por garantía, pues uno no se gana el dinero fácilmente, entonces cuando lo saca más bien quiere que sea una inversión y no un gasto. Para comprar o adquirir un producto de calidad nosotros miramos quién es el fabricante, y sabemos que un mal fabricante difícilmente nos dará un buen producto.

En lo espiritual debemos pensar igual. Ana, esposa de Elcana, era una mujer estéril pero se aferró a las promesas de su Dios, y éste le dió un hijo, que hasta el día de hoy sigue siendo un ejemplo a seguir, Samuel. Vea usted el ejemplo de otra mujer estéril, Isabel la prima hermana de María, luego de pedirle a Dios pare un hijo como Juan el Bautista, digno de presentar al Hijo de Dios. María misma, una mujer consagrada a tal extremo que es digna, se así pudiéramos decirlo, de que en su vientre se forme la vida del Hijo de Dios. De Ana, de Isabel, de María se dice tanto en la escritura, y sin embargo, usted mira que de la madre de Nabucodonosor, de Herodes, de Judas no se dice nada. Y se notan las profundas diferencias entre el producto de unas y el producto de las otras.

Y nosotros ¿Qué producto estamos sacando de nuestras líneas de producción? Son nuestros hijos dignos de que se mencione a sus raíces o por el contrario, averguenza a cualquiera la forma en que vivimos y los criamos, y dicen, ah es que de tal palo... ¿Estamos viviendo nosotros rectamente, para darles a nuestros hijos un ejemplo y una guianza digna de ser llamados hijos de Dios? No hablamos del grado de perfección de Ana, de Isabel y menos del de María, nos referimos tan solamente a vivir con dignidad ante los hombres y con temor delante de Dios.