Cada vez que alguien emprende un viaje lleva aunque sea una maleta pequeño en donde lleva lo más importante para su uso diario o su uso personal. Quizás algunos papeles del trabajo, o, en su defecto, lo más íntimo si es un viaje de placer. Todo ser humano algún día, cercano o lejano, emprenderemos el último viaje, aquél viaje que nos lleve, si hemos creído a la palabra de Dios, a las cortes celestiales; o, en otro caso a lugares de tormento si no le hemos creído (Juan 3:16-18).
Ciertamente en lo material iremos con un último traje o en su caso con un último vestido, pero lo importante es ¿qué llevaremos en esa maleta espiritual? Llevaremos frustraciones, rencores, envidias, celos, contiendas, mentiras, engaños, odio, cólera, etc. desvirtudes y defectos que nos llevarán directo a un lugar de obscuridad y más tormento, solamente que en ésta ocasión para siempre. O por el contrario, llevaremos alegría, gozo, paz, tranquilidad, benignidad, confianza, seguridad, satisfacción, etc. virtudes todas que nos permitirán presentarnos a los cortes celestiales con la certeza de que allí estará nuestro Padre celestial esperando con los brazos abiertos, y al estilo del Padre del hijo pródigo listo para realizar una gran fiesta... porque el hijo amado al fin llegó a casa y ésta vez para siempre.
Jesús antes de morir llenó su maleta y dijo: Todo está consumado (vea los evangelios); Esteban antes de partir llenó su maleta y dijo: Señor, no les tomes en cuenta éste pecado (ver Hechos 7:59). Pablo antes de partir dijo: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe (ver 2da. Timoteo 4:7). La pregunta es ¿Podremos llevar nosotros lo mismo que llevaron ellos en su maletaen el último viaje?
domingo, 5 de abril de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)