domingo, 1 de noviembre de 2009

¿Quienes entran al reino de los cielos y quienes no?

"Cristo es el Hijo de Dios" que al hacerse hombre se llamó "Jesús el Hijo del hombre", conoce al Padre más y mejor que nadie. Al ser el enviado de Dios desde el reino de los cielos para explicar al hombre común y corriente cómo ha de salvarse, se supone que es la máxima representación de los cielos sobre la tierra. Pues bien, Jesús, el Cristo, dijo lo siguiente: "NADIE subió al cielo sino el que descendió del cielo" (Juan 3:13); "Yo soy el camino, la verdad y la vida, NADIE va al Padre sino es por mí" (Juan 14:6).

Y, en Juan 3:16 al 19 dice textualmente: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna, pues no lo envió Dios a condenar al mundo sino a salvarlo, el que en EL cree, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, YA HA SIDO condenado, pues ésta es la condenación, que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz". En otras palabras, la situación es muy sencilla, Dios envió a su único Hijo a salvar al mundo por medio de la cruz, si usted CREE en él, es salvo; pero si por el contrario NO cree en él, ya está condenado. Por la razón que está teniendo fe en Dios o le está diciendo mentiroso, el sacrificio de tu Hijo no es suficiente para perdonar mis pecados.

Ahora bien ¿Desde el momento en que "acepto" el sacrificio de Cristo en la cruz, soy salvo? Sí. ¿Desde el momento en que acepto el sacrificio de Cristo en la cruz dejo de pecar? NO. Pero un nuevo espíritu, no el espíritu de la carne sino el Espíritu de Dios, ya nos redarguye y lo que sucede es que ahora cuando pecamos, somos movidos al arrepentimiento, entonces iniciamos una batalla personal con la ayuda del Espíritu Santo para que vayamos avanzando poco a poco. El castigo del pecado es quitado inmediatamente, pero la batalla por dejarlo apenas inicia. Eso es lo que da testimonio a los demás de que sí hay una esperanza de cambio en la persona que se entrega a Cristo, que ya no quiere y ya no desea seguir siendo el mismo.