martes, 25 de agosto de 2009

¿Hijo pródigo o Padre bueno?

El evangelio de Lucas (15:11-26) es el único evangelio de los cuatro evangelios narrados en la escritura, que nos cuenta la parábola "Del hijo pródigo" (es una parábola porque no menciona nombres, si los mencionara fuera una historia) de un hijo que apartándose de la casa de su padre, se gastó su herencia, y luego volvió. No creemos que sea una casualidad o cioncidencia que Lucas sea el único que nos narra ésta parábola, pues de los cuatro evangelístas Lucas era el único culto (recordemos que también es el autor de Los Hechos de los Apóstoles, era Médico, y por ello el mote de "Médico de cuerpo y almas" en todas sus biografías).

Pues bien, ésta parábola nos enseña varias lecciones que no sería malo enseñárselas a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Uno: Todo lo que nosotros con nuestro trabajo hemos hecho, es para nuestros hijos y nuestros nietos, esto es una ley de Dios (sino, a cuenta de qué el hijo le pide su parte al padre y éste accede a dársela). Dos: Aunque se va lejos y se va a vivir una vida desordenada, ni el hijo deja de llamar padre al padre, ni el padre deja de llamar hijo al hijo durante toda la narración (muy en lo personal, para nosotros ésto es una prueba contundente de que la salvación no se pierde, puesto que las obras de Dios son perfectas). Tres: El hijo pasó penas, soledad, hambre, verguenzas, limitaciones, etc. por haber fincado sus interéses en el dinero y por haberse "arrimado" a un rico de éste mundo (la prueba de que era un hombre rico es que nos dice la parábola que tenía una hacienda de cerdos). Cuatro: El padre siempre esperó al hijo, nunca pensó que lo había perdido para siempre (lo que nos enseña que un buen padre hace a un lado los errores de un hijo, por graves que éstos sean, y le tiende la mano siempre). Quinto: El hijo mostró su arrepentimiento acercándose de nuevo al padre, pidiendo perdón y cambiando de actitud ante la vida (cuya actitud creemos es el ejemplo más claro de la salvación).

Siempre hemos pensado que ésta parábola no debiéra llamarse "El hijo pródigo" sino más bien "El padre bueno", pero eso tan sólo es semántica personal. El hecho es que no importa qué camino hayamos tomado en el pasado, Dios siempre está dispuesto a recibir a un hijo, y nosotros debemos tomar eso como un ejemplo natural para hacer lo mismo con nuestros hijos y tenderles la mano siempre.