martes, 4 de agosto de 2009

Mientras no se abone a la deuda más crece.

Cuando vamos a un banco o a una entidad financiera y hacemos un préstamo, al acreditárnoslo nos comprometemos no solamente a pagar el préstamo, sino también a cancelar un cierto número de interéses. En la medida que abonemos el crédito éstos van bajando, pero si en algún momento no abonamos, éstos van aumentando por moras hasta convertirse en una pesadilla.

Lo mismo nos sucede cuando pecamos y no nos arrepentimos sino creemos que podemos seguir en lo mismo, sólo porque las consecuencias no las vemos inmediatamente. Creemos, por enésimo vez, que también en eso hemos sido mal enseñados por eso es que al no tener castigo inmediato, nos nace la idea de que Dios ya se hizo de la vista gorda con nuestro pecado o nuestra debilidad. No debemos confundir la misericordia de Dios y su paciencia, con un olvido involuntario o con un buen truco de nuestra parte. Dios es paciente con nosotros, pero hasta un límite. Ha Moisés se lo hizo saber de ésta forma: "Yo Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable" (Números 14:18a).

Debemos estar agradecidos con Dios que para lo único que es "tardo y lento" es para castigarnos, pero no debemos abusar de ello. David pecó y en cuanto fue confrontado se arrepintió, Pedro pecó y en cuanto fue confrontado se arrepintió. No fue así con otros personajes de la biblia, pero el fin tampoco fue el mismo, sino mire el caso de Saúl, el de Judas, etc. No esperemos el castigo antes de arrepentirnos. Todos pecamos de una u otra forma, pero no todos se arrepienten pronto. Aprendamos de las experiencias ajenas y no esperemos a aprender dolorosamente de las nuestras, pues mientras más tardemos en abonar esa deuda, tengamos la seguridad de que más crecerá.