jueves, 7 de enero de 2010

El hombre de los vellones con el Dios de los vellones.

Hace alrededor de 10 años tuvimos el privilegio de conocer a un hombre que realmente busca a Dios, él tuvo una experiencia muy peculiar. El lugar en donde estaba desde hacía 15 años lo había instruido en la Palabra de Dios, lo había entrenado a predicar la Palabra de Dios, pero no le permitían "ir y predicar esa Palabra" por un llamamiento propio. Este hombre, le puso a Dios un vellón, y con todo el amor, el temor y el respeto del caso, esperó la respuesta, cuando ésta vino se lo notificó a su pastor y dándole las gracias por el tiempo de su cobertura espiritual, se fue. El pastor aceptó, no sin antes decirle que era "injusto" ponerle vellones a Dios, pues era una falta de fe, de respeto y obligar a Dios a que hiciera lo que uno quería.

Unos de los jueces de Israel se llamó Gedeón, era miembro de una de las familias más pobres y humildes de Israel en Manasés, y él en lo personal, era el menor en la casa de su padre (Jueces 6:15). Sin embargo, Dios lo escogió a él, para librar al pueblo de Israel de sus enemigos. Estando consciente de sus limitaciones, Gedeón, con amor, temor y respeto le puso un vellón a Dios, y Dios se lo respondió; no seguro de sí mismo, Gedeón le volvió a poner otro vellón a Dios, el cual también fue respondido positivamente (ver Jueces 6:39). Pero no sólo quedó allí el asunto, cuando ya Gedeón había aceptado el reto, entonces fue Dios quien puso los vellones para escoger a los verdaderos guerreros, para que no con cantidad (32,000 soldados) sino con calidad
(300 de ellos), la victoria le fuera atribuida a Dios y no a los hombres (Jueces 7:2,3 y 6).

Como dijimos, han pasado 10 años desde que éste hermano le pusiera un vellón a su Señor, en esos 10 años el progreso material y especialmente el espiritual que éste hermano ha tenido ha sido "considerable", no se puede negar que Dios está con él y por él, muchos testigos podemos afirmar esto. El hombre por lo general teme los cambios, y si a eso le agregamos el temor que puede llegar a infundir una persona de alto rango, el resultado puede ser catastrófico para el interesado y para los interéses de Dios. Como escribió alguien que ama al Señor, no podemos depender sólo de la cabeza (Cristo), también tenemos que depender del cuerpo (la iglesia, la congregación, los hermanos), pero, eso no implica de ninguna manera esclavitud hacia el liderazgo, ni que el liderazgo quiera tener en esclavitud a las ovejas, pues a "libertad" hemos sido llamados dice el Espíritu de Dios.