lunes, 2 de febrero de 2009

Una frase que cambió su vida para siempre

La raza humana por naturaleza quiere conocer el final de los eventos, quiere saber qué vendrá mañana, quiere estar seguro de lo que vivirá en el futuro, o si se quiere decir de otra forma, no quiere estar inquieto acerca de su seguridad en el futuro. Por ello los seguros de pensión, por ello los seguros de retiro, por ello ahorra toda la vida laboral útil para no pasar hambre en la vejez. Todo ello es excelente, y no es criticable que el hombre sea precavido, que sea cauto cuando lo puede y lo debe ser.

Pero, lamentablemente, el humano se preocupa en ese sentido por lo material pero no por lo espiritual: "Orar es de viejos... esas costumbres estàn buenas para las abuelitas... ése porque ya se va a morir por eso se volvió espiritual... eso no es para jóvenes" Son algunas de las muchas expresiones que escuchamos o que decimos a diario como excusas para no acercarnos a Dios. ¿Qué hizo la diferencia en los tiempos de Jesús, acerca de estar o no estar dentro del pueblo de Dios? Una simple frase que al creerla cambiaba a las personas para siempre, y es una frase que sigue vigente hoy, veamos.

A Felipe, uno de los discípulos de Jesús, le habla un ángel para que se acerque al carro de un etíope que leyendo el libro del profeta Isaías no entendía lo que leía, Felipe obedeciendo se llega al etíope, le explica todo desde el principio, y el etíope entiende y agrega: Felipe, aquí hay agua ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe le responde: "Si crees de todo corazón, bien puedes". Y nos narra la escritura en Hechos 8:26-40 que el etíope contestó: CREO QUE JESUCRISTO ES EL HIJO DE DIOS. Y termina el relato diciendo: "y cuando subieron del agua, el Espíritu Santo arrebató a Felipe y el etìope no le vió más, pero siguió gozoso su camino". Una simple frase, que al creerla cambió la vida de un condenado al infierno.