miércoles, 22 de julio de 2009

Si supiéramos la fecha contaríamos los días.

Tenemos cinco nietos y sin contar a la tiernita de cuatro semanas, todos cuando está por llegar el día del cumpleaños, cuentan los días con una efectividad asombrosa. Esperan ese día por los dulces, por los chocolates, por la piñata, por el pastel, por los amigos, por los juegos, por las sorpresa, y sobre todo, por los regalos. Sueñan con esa fecha y ponen todo su interés en ella.

Si tan sólo nosotros pudiéramos tener el privilegio de saber que nos quedan quince o veinte días de vida, y pudiéramos esperar con el mismo anhelo el encuentro con nuestro Señor. Seguro que contaríamos los días con el mismo gusto. Estaríamos anhelantes de ira a aquella ciudad que se nos ha prometido, en la cual hay un río de agua viva resplandeciente como el cristal, que sale ni más ni menos que del trono de Dios padre y del Cordero; dicho río recorre la calle principal de la ciudad y riega los árboles que hay de lado y lado, los cuales dan doce frutos, uno por cada mes del año. Una ciudad en la cual no hay maldición, y donde los siervos del Señor sirven todo el tiempo. Estaríamos anhelantes de ir a la ciudad donde nunca es de noche ni hay necesidad de sol, porque es Dios con su presencia que ilumina todo el tiempo toda la ciudad. Y veremos el rostro de Dios constantemente, y así, reinaremos con EL por los siglos de los siglos. Al menos esto es lo que nos describe aquél que lo vió, Juan (apocalipsis 22:1-6) por ello cierra su narración diciendo: Y éstas palabras son fieles y verdaderas.

Son poco los privilegiados a quienes el Señor les ha dicho: "Pon en orden tus negocios, porque pronto partirás a mi presencia". Bienaventurado aquél con quien Jehová haga así. Debiéramos de vivir cada día como si hubiésemos sido de esos privilegiados y dichosos. Si el Señor viniera HOY por nosotros, preguntamos ¿Estamos a cuentas con Dios? ¿Están en orden nuestros negocios espirituales? ¿Hemos preparado a nuestra esposa-o, para el día en que ya no estemos más sobre la faz de éste mundo? ¿Seguirán ellos a Dios cuando ya no estemos nosotros? pues de esos negocios es que el Señor nos está hablando, no del almacén, de la finca, de la oficina, etc. Si es así, con gusto contáríamos los días si supiéramos que pronto estaremos con el Señor. Estaríamos tan contentos, o más, que nuestros nietos.