jueves, 23 de abril de 2009

De los hombres de Dios... ninguno.

Cuando estudiamos el Antiguo Testamento vemos que Abraham se dedicó a "hacer altares" para llegar a ser el amigo de Dios (vea Génesis 12:8 y 13:18); vemos que Samuel se dedicó al "servicio en el templo" para dedicarse a Dios (1era. de Samuel 2:25); vemos cómo David se dedicaba a "alabar" a Dios tocando su arpa y cantando para agradarlo y aún agradar al hombre(1era. de Samuel 16:23); vemos cómo Daniel se dedicó a la "oración" para permanecer en Dios (Daniel 6:3); vemos a un Elías y a un Eliseo "reverentes" que su anhelo era comunicar al pueblo lo que Dios les decía en lo íntimo (1ra. de Reyes 18:15).

En el Nuevo Testamento vemos a los grandes hombres de Dios como los diáconos, dedicando sus vidas al "servicio de las mesas" (Hechos 6:2-3); vemos a los doce discípulos dedicando su vida a la "prédica del evangelio" entre los judíos de israel y la diáspora (todo el libro de Hechos); vemos a un Pablo que dedicó su vida a la prédica del evangelio entre los gentiles por todo el mundo conocido en ese tiempo (todas sus epístolas).

¿Qué vemos hoy en la iglesia? A la gran mayoría de líderes (a Dios gracias, y como siempre, hay un remanente que no) dedicados a las "riquezas materiales" que da el Señor, y no dedicados al Señor que provee esas riquezas. No estamos en contra de las riquezas, Abraham, Noé, David, Salomón, Pedro, y muchos hombres de Dios fueron ricos, pero no se lee en las esrituras que hayan puesto sus ojos en ello. De todos los hombres de Dios durante la historia, ni el más rico de ellos que fue Salomón, puso sus ojos en las riquezas. Hoy ¿Podríamos decir lo mismo? O, será que estamos a punto de ver el cumplimiento de aquella profecía que dice: Del pueblo que salgan mil regresarán cien, y del pueblo que salgan cien, retornarán diez... El que tenga ojos para ver que vea, y el que tenga oídos para oír que oiga.