sábado, 4 de julio de 2009

Lo que perdemos... podría ser eternamente.

Sería interminable poder escribir o describir lo que se pierde cada día en el mundo, ya sea por descuido, por ignorancia o por maldad. Si uno se acerca a uno de los mercados de cualquier población mira la inmensa cantidad de verduras y frutas que se tiran al final del día, porque se arruinaron; fincas y propiedades que un día fueron un ejemplo de limpieza, de vida y de fuentes de producción, hoy abandonadas o perdidas simplemente porque no hubo quién les diera continuidad.

Que decir de la enorme y multimillonaria cantidad de dinero que se acaba de perder en todo el mundo, por las solapadas maldades que perversos inversionistas hicieron con los ahorros de tanta gente honrada y esforzada; hasta vidas humanas se pierden cada día, como dijimos al principio, ya sea por descuido, ignorancia o maldad. Pero lo más lamentable durante la historia humana es ver cómo se pierden almas cada día, pudiendo ser salvas. Cuando Jesús el Cristo caminó por ésta tierra nos dijo: "Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Juan 11:25).

Todas las frutas y verduras del mundo se pueden perder, que sembrando de nuevo las reponemos; todas las propiedades del mundo se pueden abandonar, que inviertiendo en ellas las restauramos; todos los capitales que se pierdan de una u otra forma, trabajando, se restablecen. Pero, cada alma que se va al infierno por no tomar la opción divina, esas se pierden para siempre. ¿Estamos viviendo en lo público y en lo privado, de tal forma que NO perdamos nuestra alma al morir? Pues si la perdemos... la estamos perdiendo para la eternidad.