sábado, 22 de agosto de 2009

Somos creyentes o no.

Con el último mensaje acerca de la falsa doctrina de la paz, poder y prosperidad, alguien nos pregunta: "Bueno, somos creyentes en Cristo o no, porque el que está en Cristo no puede sufrir". Por naturaleza el hombre se resiste al sufrimiento, y no es que uno sea "pesimista o se deleite con el sufrimiento", pero, si usted entra hoy a cualquier congregación, sea ésta sencilla o una mega-vanidad, usted no puede dejar de llegar a una de dos conclusiones: La primera, o los que están allí creen en Cristo y sí sufren, o, dos, los que están allí adentro NO son creyentes, pues en términos generales, allí adentro hay personas de luto, personas que sufren extorsiones, que han sufrido secuestros, que tienen enfermos terminales, que están desempleados, que tienen familias separadas, que sufren limitaciones de dinero, etc.

Por otro lado, la doctrina de Cristo no fue precisamente paz, poder y prosperidad. El, fue pobre; El, vino a que lo crucificaran; y El, no tuvo paz material, pues durante tres años y medio fue perseguido hasta la muerte; luego su sermón favorito era: "Toma tu cruz y sígueme". Los discípulos todos fueron torturados, Pablo fue torturado, la iglesia primitiva fue perseguida, hoy, vemos la condición de la iglesia como la describimos arriba, entonces... somos pesimistas o somos simplemente, realistas. El mensaje de Pablo (que por cierto estuvo casi todo su ministerio en la cárcel) fue: "Es NECESARIO, que a través de MUCHAS TRIBULACIONES entremos al reino de los cielos" (vea Hechos 14:22).

No, no somos masoquistas ni nada por el estilo, y por el contrario SI SOMOS CREYENTES, pero es que NO podemos ir por allí contradiciendo la doctrina del sufrimiento porque es un patrón del creyente. NO estamos tampoco predicando la doctrina del ETERNO SUFRIMIENTO, simplemente estamos predicando que son necesarios esos momentos de angustia para que seamos pulidos de nuestros defectos, para que practiquemos nuestra fe, para que acrecentemos nuestra fe, para que el Señor vaya purificando a esa iglesia pura, sin mancha, y sin arruga por la que ofreció venir. Jesús no puede venir por una iglesia que se cree rica, que se cree que no necesita nada, que se cree que por sus propios medios ha alcanzado lo que solamente EL nos ha dado.