sábado, 14 de marzo de 2009

Por culpa de Adán y gracias a Jesús

En el mundo solamente hay dos clases de personas, las que viven con temor de Dios y las que viven sin temor de Dios. Los que viven sin temor de Dios son simplemente las personas que nos hacen imposible vivir tranquilos, entíendase asesinos, violadores, asaltadores, narcos, extorcionistas, mareros, explotadores, etc. Y, entre los que tenemos temor de Dios también habemos dos clases de personas, unas son a las que les es fácil aceptar que con "sólo" creer en Jesús ya se libraron del infierno, y las otras, piensan que no, que hay que hacer "algo" más.

La Escritura es clara cuando nos dice que por el pecado de un sólo hombre, éste fue Adán, la humanidad completa quedó reducida a la esclavitud del pecado; y luego nos dice que, por el sacrificio o propiciación (como vimos en días anteriores) de UNO SOLO (Jeús) fuimos aceptos en el Reino de Dios (Romanos 5:18). Entendamos esto, si un simple mortal como Adán tuvo el poder de condenarnos al infierno por su desobediencia ¿cuánto más no tendrá poder el Hijo de Dios (Jesús) para poder sacarnos de ese infierno para siempre?

Entendiendo claro está, que estamos hablando explícitamente de "salvación", la "santificación" como vimos en días anteriores es otra situación. En otras palabras, éramos destinados al infierno desde nuestro nacimiento por culpa de la naturaleza de Adán, y somos salvos gracias a la naturaleza de Jesús.