martes, 20 de octubre de 2009

Caminar con integridad.

Qué agradable cuando una persona llega a algún lugar y se encuentra con una situación como la que sigue: Disculpe señorita ¿estará el señor Pérez? Sí, ¿de parte de quién? De Armando González por favor. Luego, entra el señor González y cuando le ven las facciones físicas pregunta el señor Pérez, perdone, usted no será pariente de don Alejandro González. Sí, por supuesto. Y la otra persona inicia una cadena de buenos recuerdos y de muchas alabranzas del tal Alejandro González. ¿Por qué? Pues porque don Alejandro González fue una persona íntegra, respetuosa, educada, que no le faltaba el respeto a ninguno, aún y cuando en la escala social alguno estuviere en las esferas menores éste lo trató con dignidad, etc.

Dice la Escritura en Proverbios 20:7: "Camina en su integridad el justo; Sus hijos son dichosos después de él". Qué paz, qué tranquilidad y qué dicha es entrar a un lugar y no tener que bajar la cabeza porque uno de nuestros antepasados cercanos, fuera una persona no agradable o indeciable. Sino al contrario, ser bien recibido sin haber uno hecho nada, porque otro que nos antecedió hizo lo correcto. Esto es lo que Dios espera de todos sus hijos, ese es el compromiso que tenemos como creyentes. A donde vayamos, dejar de una u otra forma, el nombre de Dios y por ende, el de nosotros en alto.

Qué desagradable ha de ser entrar a un lugar, y sin haber provocado nada ser desechado solamente porque uno de los nuestros cuando estuvo allí, faltó a su palabra, hizo cometió abuso, o, no cumplió con su deber. Como hijos de Dios que nos decimos llamar, son situaciones que debemos evitar, y para ello, debemos luchar por vivir íntegramente.