jueves, 5 de noviembre de 2009

Antes de la caída viene la altivez de espíritu.

Lo escribimos y comentamos hace unos meses, en mil novecientos sesenta y seis el mundo fue testigo de tres acontecimientos impresionantes de orgullo (si usted no lo cree lo puede buscar en internet,o, en archivos periodísticos de su nación). Un grupo musical formado por cuatro jóvenes peludos del viejo continente; un cantante de rock, considerado el mejor de todos los tiempos; y, un boxeador al cual todos vimos cómo llegó a la gloria gracias a la mafia que en esos días movía dicho deporte, dijeron públicamente que eran más famosos que Jesucristo.

A los pocos meses el grupo musical se desintengró, e incluso asesinaron sin razón aparente a uno de sus integrantes; once años después el cantante de rock murió bajo efecto de las drogas, luego de que su carrera venía en una debacle anunciada; y aquél boxeador que volaba como mariposa, hoy vive brincando y moviéndose como mariposa debido a la enfermedad que padece (un verso que lamentablemente no pudimos encontrar dice: "Dios no comparte su gloria con NADIE). Ayer, gracias a la magia de la televisión, el mundo volvió a ser testigo de la sobervia y el orgullo humano. Un lanzador de grandes ligas fue entrevistado acerca de cómo se sentía al tener que actuar en un escenario con 50,000 personas que le eran adversas, su respuesta fue: "Por todo lo que YO he logrado en mi carrera, es el escenario que YO merezco", no hace falta decir que su verguenza llegó al máximo cuando tuvo que salir con la cabeza baja derrotado y abucheado, quizás en una de las batalla más importanes en su vida, o quizás hasta pudieramos decir la última. "Jehová lo decretó, para envilecer la sobervia de toda gloria, y para abatir a todos los ilustres de la tierra" dice Isaías 23:9.

El punto es que la gloria que el hombre puede llegar a tener, tiene que venir de Dios, y, el hombre, debe saber llevarla. Proverbios 16:18 dice: "Antes del quebrantamiento, viene la sobervia; y antes de la caída, viene la altivez de espíritu". Lo hemos predicado y lo seguiremos predicando porque estamos convencidos de ello, somos lo que somos y estamos en donde estamos, por la misericordia de Dios... no por nuestros méritos. Meditemos.