Durante la caminata que llevamos con el Señor que alcanza ya los 30 años, en muchas ocasiones hemos oído, incluso de personas muy dedicadas, que Dios NO PRUEBA a su pueblo. Nos cuesta estar de acuerdo con ellos, sobre todo cuando se estudia a fondo la escritura y se logra ver lo contrario. A saber.
En el libro de los Jueces podemos encontrar el siguiente argumento: "Y el pueblo de Dios había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué... pero murió Josué y fue sepultado... y murió también toda aquella generación, y se levantó otra generación que NO conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho en Israel" (Jueces 2:7-10). Como lo dijimos hace unos días, ni los padres, ni los líderes, ni los ancianos se ocuparon de hacer saber a la segunda generación que Jehová es Dios, que Jehová es quien nos tiene en donde estamos, que a Jehová hay que adorarlo siempre. No podemos esperar que nuestros hijos adquieran conocimiento de Dios por osmosis, tenemos qué enseñárselo nosotros.
Porque el pueblo falló a los ojos de Dios, Dios les dijo: "Por cuanto este pueblo traspasó mi pacto, y encendió mi ira, y no obedeció mi voz, tampoco yo volveré más a arrojar de delante de ellos a ninguna de las naciones enemigas, para PROBAR CON ELLAS A ISRAEL (Jueces 2:20-22). Esa es la razón por la cual el cristiano tiene enemigos, porque nos alejamos del pacto de Dios, y especialmente nos alejamos cuando no instruimos a nuestros hijos en el pacto de, con y para Dios. Es triste tener que decirlo y reconocerlo, pero cuando no instruimos a nuestros hijos en los caminos de Dios, resulta que el principal enemigo de nuestros hijos... somos nosotros. Y allí encontramos hijos que, no necesariamente son drogadictos, alcohólicos o perdidos, pero que juegan a ser cristianos, mencionando a Dios en sus penas y angustias, pero cuya forma de vida no hace ninguna diferencia entre la de ellos y la del mundo.
lunes, 4 de enero de 2010
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