sábado, 9 de mayo de 2009

Las bienaventuranzas.

Cuando muchos creyentes escuchamos esa palabra, inmediatamente nuestra menta vuela a Mateo 5, y ubicamos a un Jesús sentado en lo alto de un monte de Israel declamando o explicando las famosas 8 bienaventuranzas para aquellos que son pobres en espíritu, para aquellos que lloran, para los mansos, para los que tienen hambre y sed de justicia, para los misericordiosos, para los de limpio corazón, para los que padecen persecusión por el nombre de Jesús, y para quienes son vituperiados y perseguidos con mentiras (Mateo 5:3-11).

Pero la Escritura es clara y la palabra y la bendición de ser bienaventurado aparece en muchas más ocasiones en la misma, veamos: Job dijo: Bienaventurado el hombre al que Dios castiga, pues así lo corrige (5:17); David dijo: Bienaventurado el hombre que no anduvo en consejo de malos ni en silla de escarnecedores se ha sentado (Salmo 1:1). Azaf escribió: Bienaventurado el hombre que tiene en tí sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos (Salmo 84:5). Salomón escribió: Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene inteligencia, porque su ganancia es mejor que la plata (Proverbio 3:13-14). David escribió: Bienaventurado el que piensa en el pobre, pues en el día malo lo librará Jehová. Jehová le dará vida y lo guardará, será bienaventurado en la tierra, y no lo entregará a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo sustentará sobre su lecho de dolor, y mullirá su cama en su enfermedad (Salmo 41:1-3).

Impresionante y didáctico éstos últimos versos: 1) No quedará sin bendición quien extienda su mano al pobre y necesitado, 2) También los buenos tienen profetizados días malos, 3) Jehová mismo será quien lo guarde del mal, 3) También los buenos tienen enemigos durante su caminata, 4) También los buenos sufren enfermedad y cama, pero la diferencia es que, 5) La cama del Pío, la cama del Santo, la cama del Bienaventurado será "mullida" (suave como esponja) porque Dios es quien ha hecho la promesa de suavizarla. BIENAVENTURADO el hombre que me escucha... escribió Salomón en Proverbios 8:34.