viernes, 5 de marzo de 2010

Niños, jóvenes y padres.

Toda la escritura está rociada de lo que los estudiosos de ella llaman "Las Tríadas", que no son más que ejemplos de grupos de tres que aparecen en las escrituras. Y son como una parábola o un ejemplo del significado del "estado espiritual" entre nosotros los creyentes. Cada cristiano que rondamos por el mundo estamos indefectiblemente en una de esas tres categorías.

Los "niños" somos aquellos que valga la repetición "somos mayóría" en el conglomerado de creyentes, porque somos, al igual que los niños naturales "dependientes absolutos" de los que van delante nuestro. No podemos hacer nada sino lo consultamos; no sabemos mucho y tenemos que andar preguntando a otros; cada vez que tenemos un problema nos angustiamos recurriendo a otros primero, y por último a Dios. Los que han llegado a la categoría de "jóvenes" ya no dependen de otros, pero tampoco dependen de Dios, por lo que cometen muchos errores y al final se convierten en ejemplos de "rebeldía" e "impetuosidad" al igual que los jóvenes naturales. Y por último están los "padres" espirituales, éstos son los que ya fueron "domados" o "doblegados" por Dios. Estos son aquellos a quienes recurrimos porque sabemos que tienen una relación íntima con Dios. De ellos dependemos el conglomerado de creyentes.

Ellos son los que nos anuncian lo porvenir; quienes se presentan todos los días delante de Dios con nuestras cargas; quienes escudriñan las escrituras para explicárnoslas a quienes no las entendemos; éstos son aquellos de los cuales nos escribió Juan en su primera epístola de ésta forma: "Os escribo a vosotros padres, PORQUE HABEIS CONOCIDO AL QUE ES DESDE EL PRINCIPIO", y esto lo dijo dos veces seguidas en los versos 2:3 y 2:14.