jueves, 25 de marzo de 2010

Lo ví, y tomé consejo.

Todos alrededor nuestro, en lamentables ocasiones somos nosotros mismos, tenemos personas que han echado a perder su vida y su futuro, por no ser diligentes, por no ser constantes, por no trabajar con dedicación lo que el Señor nos ha permitido administrar.

Hay un proverbio en la biblia que nos dice lo siguiente: "Pasé junto al campo del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos. Ortigas habían ya cubierto su faz, y su cerca de piedra estaba ya destruida. Miré, y lo puse en mi corazón... lo ví, y tomé consejo" (Proverbios 24:30-32). Al menos tres conceptos resaltan en éstos versos, uno: Hay personas que son perezosas, y que por ello pierden las oportunidades en la vida; dos: Hay personas que sí trabajan los talentos que Dios les dió, pero no lo hacen bajo la sabiduría de Dios sino la propia, ellos son faltos de entendimiento. Y tres: Habemos personas que aprendemos con los errores propios, pero más sabios son aquellos que aprenden de los errores nuestros.

A todos el Señor nos ha dado un talento, a unos económico, a otros de conocimiento, a otros espiritual, pero a todos nos ha dotado de alguno. Punto uno, no lo enterremos, trabajémoslo de alguna manera. Y, punto dos, no los utilicemos a discreción, sino bajo la dirección divina. Así no nos lamentaremos de haberlos invertido mal. Muchos "pensamos" que tal o cual negocio es bueno, lo estudiamos, lo aprendemos y nos metemos, y luego cuando todo sale mal (así sea un ministerio espiritual) miramos al cielo preguntando ¿Qué pasó?. Todo lo que hagamos tiene que ser consultado con Dios, y hasta que EL no nos de una señal clara, no debiéramos entrar. Pues de lo contrario otros dirán de nosotros: Lo ví, y tomé consejo.