lunes, 8 de marzo de 2010

El que toma prestado es siervo del que le presta.

En éste mundo instantáneo en el que estamos viviendo, un mundo en el que todo se hace a la carrera porque si no, uno se queda atrás. Un mundo cada día más agitado, con mayores necesidades, con mayor tecnología, mayor ciencia, en el que todos queremos salir adelante, aunque para ello, tengamos que romper muchas de las reglas que nuestros ancestros guardaron para poder vivir en paz, vivimos bajo un peligro oculto.

No estamos hablando de romper la ley para vivir al amparo de la maldad, de romper la ética y la moral, etc. sino simplemente de romper los cánones del orden y la disciplina, y sobre todo, de romper aquellas virtudes que llaman al error y que nos llevan a pasar muchos momentos difíciles y vergonzosos. La biblia nos muestra el camino a seguir y las consecuencias de no seguirlo. No se trata de si podemos o no podemos hacerlo, simplemente se trata de que si debemos o no debemos hacer tal o cual situación. Dice la palabra de Dios que: "En donde mora el Espíritu de Dios hay libertad" (2da. de Corintios 3:17). Pero también nos dice que: "El que toma (o pide) prestado es "sirvo" (o esclavo) del que presta (Proverbios 22:7). De donde con toda lógica uno puede discernir que: "Vivir prestando, no es algo que agrade a Dios", no debiera ser un patrón en la vida del creyente. No debiera de ser un patrón en la vida de una persona que dice tener a Dios.

¿Por qué? Pues porque esa persona no va a ser esclavo de Jesucristo, sino esclavo de otro hombre, y la biblia dice: "Maldito el hombre que confía en el hombre". No todas las deudas tampoco, nos hacen ese tipo de esclavos. Pues hoy en día no todos tenemos para comprar una casa al contado, o comprar nuestro carro al contado, o nuestro terreno al contado, la gran mayoría tenemos que recurrir a préstamos. Pero, no estamos hablando aquí de "necesidades", estamos hablando de "métodos de vida". Y el hecho es que el método de vida de un creyente NO DEBIERA ser el estar prestando con ligereza sin temor a las terribles consecuencias de ser siervo (o esclavo) del que le da prestado.