viernes, 20 de marzo de 2009

El que comenzó la buena obra es quien la va a perfeccionar.

Qué paz y qué tranquilidad debieran dar a nuestra alma éstas palabras que Pablo nos habla en Flipenses 1:6. No es o no significa que aceptando el sacrificio de la cruz de Cristo como suficiente elemento de salvación y perdón por nuestros pecados, ya podamos comprar una hamaca y acostarnos a esperar su venida para ser eternamente acompañados por El en los cielos. No, implica cierta dedicación de parte nuestra, cierta entrega, cierto despojamiento de lo que éramos para lo que deseamos llegar a ser, por y para agradarlo.

Pero la confianza viene por el hecho que debemos estar "persuadidos" o sea "confiados", que las fuerzas de y para nuestra santidad vienen de EL. El fue quien inició la obra de nuestra salvación y perfeccionamiento, pues la Palabra nos dice que: "El Dios de gracia, que nos llamó a su gloria eterna por medio de Jesucristo, después que hayamos padecido un poco, nos perfeccionará, nos afirmará, nos fortalecerá, y nos establecerá" (Primera de Pedro 5:10). Notemos que dice que esa perfección viene "después" de que hayamos sufrido un poco, lo que nos hace entender que los "padecimientos" por el hecho de ser parte de los creyentes, NO desaparecen sino más bien SON UN MEDIO provisto por Dios para nuestro mejoramiento.

Abraham era temeroso, pero Dios lo fortaleció; David era un muchacho débil, pero Dios lo levantó; Moisés era un hombre sin confianza en sí mismo, por su tartamudez, pero le dió a un Aarón; Juan era un hombre violento (Jesús le dijo Hijo del Trueno), pero lo volvió pacífico y dócil, Pablo era un asesino, y Dios lo convirtió en un hombre lleno de amor, y así vemos confiadamente, que Dios está en los asuntos de los hombres, y por supuesto, está en "nuestros" asuntos porque: El fue quien inició la buena obra en nosotros, y podemos estar persuadidos que EL mismo la terminará... y perfeccionada.