lunes, 6 de abril de 2009

En donde esté tu tesoro allí estará tu corazón.

Durante el tiempo que el Señor Jesús predicó en la tierra hubo momentos que sobresalieron más que otros, a los ojos y los oídos de nosotros los hombres, pues toda la vida de EL fue maravillosa. Entre esos momentos sobresalientes, quizás uno de los más recordados es el famoso "sermón del Monte", en el cual Jesús nos diera la mayor cantidad de lineamientos para la vida del creyente. Fue precisamente en ese sermón en donde dijera las palabras con las cuales se titula el mensaje de hoy: "En donde estuviere tu tesoro allí estará tu corazón" ver Mateo 6:21.

Es muy fácil ver en dónde está el tesoro y el corazón de una persona, pues cuando usted habla con alguien le va a hablar de política, de deportes, de economía, de ciencia, de artes, etc. Según sea la meta en su vida, según sean sus ilusiones, según sean sus planes, y según sea su tesoro allí va a tener su corazón. Menos mal que siempre en algún lugar a donde vaya encontrará al menos una persona que le va ha hablar de Dios. Siempre encontraremos alguna persona sea mujer, hombre, anciano, o niño que su tesoro es el Señor y allí tiene su corazón. Esa es la clase de personas que esperamos encontrar, sobre todo cuando tenemos problemas. Por ello es que en la angustia, en la pena, en la necesidad, no buscamos al economista, no buscamos al deportista, no buscamos al científico, es más, ni siquiera buscamos al teólogo sino buscamos al que sabemos que por su testimonio de vida, su tesoro y su corazón están en el Señor.

Pablo se los explicó a los Colosenses de ésta forma: "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba... poned los ojos arriba, no en la tierra... porque ya habéis muerto a todo lo terrenal y estáis escondidos en Cristo" (ver Colosenses 3:1-3). No negamos que necesitamos muchos elementos de la tierra para la vida cotidiana, pero si somos de Cristo como decimos serlo, entonces no pongamos en ellas nuestro corazón como si ese fuera nuestro tesoro. Total, si nos muriéramos hoy ¿qué tanto podríamos llevarnos en el cajón?