lunes, 26 de octubre de 2009

Nosotros dentro, pero ¿Y nuestros hijos?

Humanamente hablando, la poca o mucha prosperidad que nosotros alcancemos a tener en ésta vida, gracias a la bendición de Dios y al esfuerzo de nuestro trabajo, es la herencia que le dejaremos a nuestros hijos. Así, si alguien al morir deja una finca muy grande o una industria muy próspera, la heredarán sus familiares y serán por ende, prósperos. Y si por el contrario, una persona muere endeudada deja a sus parientes con problemas económicos. El punto es que muchos creen que en lo espiritual sucede lo mismo, y por ello no creen necesario instruir espiritualmente a los hijos.

Literalmente muchos, pero muchos creyentes creen que porque ellos fueron muy estudiosos de la Palabra de Dios, que porque fueron servidores en la iglesia, que porque fueron ancianos de la iglesia, o peor aún, porque fueron los pastores fundadores sus hijos ya son al morir ellos, automáticamente los herederos de ese conocimiento o de los méritos de esos servicios prestados, tanto así, que algunos se atreven a heredar el puesto de pastor, como si la iglesia fuera un negocio común y corriente de los que hablamos antes.

En los caminos del Señor, todo mérito hay que ganarlo son sangre, sudor y lágrimas. El calvario es personal (El verdadero evangelio de Jesuscristo dice: Toma tu cruz y sígueme, no es una cruz por familia, es personal), nosotros somos salvos por la sangre preciosa de Jesucristo, pero de ser salvos a ser santos, perfectos y sin mancha, hay mucho trecho. Y ese trecho nos corresponde caminarlo personalmente, no podemos heredar galardones hay que ganarlos. Imagénese usted a todos los hijos de los discípulos, a todos los hijos de los grandes hombres de fe, a todos los hijos de los grandes misioneros, exigiendo como propios los galardones de sus antepasados. El cielo estaría lleno de gorrones que no sabrían cómo manejar los asuntos de Dios. Nos corresponde a los padres intruir a los hijos espiritualmente, no heredarlos. Nos corresponde darles primero el ejemplo, para luego poder exigirles... y veremos que cuando sean viejos, no se apartarán de su camino, el camino de Dios.