lunes, 1 de febrero de 2010

El orgullo nos mata.

Todos en alguna medida somos orgullosos, unos más que otros, pero todos tanto creyentes como no creyentes tenemos el problema del orgullo. El punto es, que mientras más pronto nos demos cuenta que es algo de lo que Dios no se agrada, mejor será la caminata que tengamos y la paz con que la andemos. Y, en el caso de los que nos decimos hijos de Dios, no porque estemos mencionando el nombre de Dios para todo y en todo, sino los que estamos haciendo algún tipo de lucha por caminar como creyentes verdaderos cuyo deseo más profundo es agradar a Dios, esa desvirtud, debe morir.

Un ejemplo muy claro de las consecuencias del orgullo lo vemos en 1era. de Samuel en la vida de Saúl. Saúl era un joven hermoso, tan hermoso que en todo Israel no había un joven tan hermoso como él, y que, de hombros para arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo (9:2). Pero, precisamente ese era su orgullo y no lo venció nunca ¿El resultado? El día en que murió, le fue cortada la cabeza (ver 1era. Samuel 31:9). A nosotros nos puede pasar exactamente lo mismo, el orgullo nos va a matar. Si nuestro problema de orgullo es el dinero, el dinero nos va a matar; si nuestro problema de orgullo es la inteligencia, la inteligencia nos va a matar; si nuestro problema de orgullo es la posición social, la posición social nos va a matar. No importa cuál sea nuestro problema de orgullo, por allí nos va a atacar el enemigo y nos va a vencer, pues Dios se apartará de nosotros por no permitirle que trate esa área en nuestra vida.

¿Cómo se vence el orgullo? Olvidémonos de nuestr posición social, delante de Dios todos somos iguales; olvídemos las riquezas, son sólo un medio en ésta vida no un fin; olvidemos, si es que la tenemos, la belleza, pues es efímera dice la escritura; olvidemos el yo, y pensemos en el prójimo; compartamos tiempo, dinero, servicios, etc. con los necesitados. Siempre tendremos necesitados a la par de nosotros. Nunca somos tan ricos que no necesitemos algo, pero tampoco llegamos a ser tan pobres que no podamos compartir algo con alguien. Meditemos.