viernes, 19 de junio de 2009

Mas el alma de los diligentes será prosperada.

Nadie puede negar que estamos viviendo una de las eras o las etapas más obscuras de la humanidad en todo sentido. En lo social los extremos entre ricos y pobres se están marcando como nunca en la historia de la humanidad, cada día habemos menos clase media; en lo moral vemos cómo el homosexualismo, el lesbianismo, los crímenes pasionales, los crímenes comunes van subiendo de tono cada día más, debido a que los "derechos humano" defienden más al delincuente que a la gente de bien; en lo espiritual vemos con parcimoniosa e indefensa actitud cómo los negocios de Dios son manejados por muchos auto llamados líderes (lamentablemente la gran mayoría) como negocios propios, los cuales hasta se atreven a "heredar" a sus más cercanos parientes como se hace con un negocio particular o familiar.

En lo económico las cifras de desempleados no dejan de subir; las empresas grandes no dejan de perder, los negocios medianos no dejan de despedir y los pequeños están desapareciendo. Todo el horizonte de la humanidad se ve, a los ojos de un hombre normal cuesta arriba, difícil, como para desesperarse a tal punto, que solamente en Guatemala en lo que va del año presente han habido más suicidios que en las estadísticas de varios años atrás. ¿Cuál es la solución? ¿Quién tiene la solución?

La solución es y está en Nuestro Señor Jesucristo, solamente confiando nuestras vidas a EL, EL velará por nuestra alma, nuestro cuerpo y el sustento de ambos. Dice el Proverbio 13:4 que: "El alma de los diligentes será prosperada" y no dice ni agrega "dependiendo de las circunstancias". Simplemente nos dice que será prosperada. Ese tipo de inyecciones espirituales son las que recibimos quienes hemos confiado nuestras vidas a y en Jesucristo. Ciertamente no nos ofrece riquezas, ciertamente no nos ofrece llegar a gobernar grandes fortunas (aunque a algunos se las concede), pero nos ofrece prosperidad. Eso indica que al menos no careceremos de lo elemental que, en éstos tiempos preguntamos ¿Acaso no es ya mucho?