lunes, 21 de diciembre de 2009

No te ensoberbezcas...

Ciertamente así como para el pueblo de israel fue duro pasar 40 años en el desierto antes de entrar a la tierra prometida, así, la caminata de todo creyente sobre ésta tierra es dura. Tan dura, que no muchos alcanzan la prosperidad y la tranquilidad que todos deseamos. Tan dura que muchos sufren enfermedades, limitaciones o abstenciones que a otros no nos tocan por la misericordia de Dios.

Pero con todo, la gran mayoría alcanzamos tener un trabajo estable, cubrir nuestras necesidades básicas, curarnos cuando nos enfermamos, en fín, alcanzar una estabilidad que nos da cierta paz en éstos difíciles tiempos. Pero hay algunos, los menos por cierto, que alcanzan más que eso, pues llegan a ser muy prósperos. A ambos grupos el Señor Nuestro Dios, nos advierte como lo hiciera con el pueblo de israel hace tantos siglos: " Cuando hayas comido y estés satisfecho, y te hayas edificado hermosas casas para habitarlas; y cuando tus rebaños y hatos se multipliquen y se acreciente tu plata y tu oro, NO TE ENSOBERBEZCAS Y OLVIDES DEL SEÑOR TU DIOS, que te hizo atravesar el "vasto y horrible desierto". No te jactes diciéndote: "Mi poder y la fuerza de mi mano me han dado ésta riqueza" (Deuteronomio 8:11-15).

Todos tenemos derecho a una oportunidad decían nuestros abuelos, y creemos que si alguien está consciente de ello es Dios, por eso nos da la oportunidad en alguna ocación de nuestra vida, de tener recursos suficientes. ¿Qué hemos hecho de o con ellos? ¿Hemos sido fieles y los hemos multiplicado? ¿Hemos guardado en una caja lo que nos han dado por temor a que Dios es muy estricto como lo hizo el de un sólo talento en la parábola? ¿Lo multiplicamos o lo perdimos? Dios es justo, justo como ninguno de los humanos, así que, si vemos para atrás, en algún momento nos dió al menos una oportunidad de prosperidad, si la perdimos es culpa nuestra, pero si la aprovechamos... No nos esoberbezcamos.