jueves, 9 de abril de 2009

Un complot, un asesinato.

En tiempos de Esdras y Nehemías cuando se realizó la reconstrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén con autorización y ayuda de Ciro, Darío y Artajerjes reyes de Persia (ver Esdras 6:14), fue también el tiempo en que nacieron tres grupos de personas entre el clero, de las cuales dos iban a convertirse en "sectas religiosas". Los Escribas se encargarían de: mantener por escrito toda la historia y toda la cultura judía, y por supuesto las leyes, las tradiciones escritas y las orales. Ahora bien, los otros dos grupos Fariseos y Saduceos, siendo su ocupación encargarse del cuidado del templo y de las ovejas, la enseñanza de las doctrinas, las tradiciones antiguas, los ritos, etc. del judaísmo, desde sus inicios tuieron una pugna por el poder, el dinero y la gloria humana, a tal extremo que tuvieron compadrazgo con la gente política romana.

No fue casualidad ni tan sólo la debilidad humana la que causó esa degeneración entre los religiosos, fue el perfecto plan de Dios para el momento oportuno de la aparición de Su Hijo. Tenían que ser personas poderosas tanto en el sentido material como en el sentido espiritual, quienes traicionaran, persiguieran y mataran al Hijo de Dios. El poder material los hacía tener compadrazgo con los políticos de turno para poder entregarlo, y el poder espiritual los hacía tener la capacidad de llamarlo hereje, traidor y suplantador. Con el poder material de las armas lo encadenaron, pero con el poder de amedrentamiento espiritual podían guiár a las ovejas a gritar crucifíquenle, crucifíquenle (vea Marcos 15:13), fue así como armando un complot llegaron al asesinato.

Hoy, a dos mil años de esa traición, la historia está a punto de repetirse, no van a ser los impíos los que rechazarán a Cristo cuando venga a reinar, van a ser los religiosos ambiciosos de poder, de dinero y de gloria (ver 2da. de Pedro 2:3) los que con el compadrazgo de los políticos de turno, volverán a tratar de rechazar al Cristo, solamente que ahora el que va a ganar la batalla será EL. Pues en la primera venida estaba destinado a morir para redemir, pero en la segunda está destinado a vencer para reinar (vea 1era. Tesalonicenses 4:17)