lunes, 7 de septiembre de 2009

Y, EL mismo los constituyó.

El dueño de la única y verdadera iglesia es Dios; el fundamento de la única y verdadera iglesia es su Hijo Jesucristo; quien organizó la iglesia es el mismo Dios, por lo tanto, nadie debiera de variar los estatutos y las normativas que El estableciera e impusiera. ¿En dóde dice todo esto? Nos lo dejaron plasmado en el libro de Efesios, capítulo 4 entre los versos 1 al 16.

Allí se nos enseñan muchas y bellas lecciones, así como, se nos dan lineamientos, que de no seguirse rompen el orden y el fruto dentro de la iglesia de Dios. Veamos el verso 1: "Anden dignamente con respecto a la vocación con la que fueron llamados". Cada uno de los cinco ministerios que tiene la iglesia, es por llamamiento no por decisión o voluntad propias, ni mucho menos por invensión debido a una necesidad existente. Si usted no tiene llamamiento, nunca va a andar con la dignidad que esa vocación requiere. Verso 2. "Anda con humildad y mansedumbre". Si usted adquiere por decisión y no por vocación un ministerio, jamás tendrá la humildad y la mansedumbre que Dios otorga. Lo más seguro es que el orgullo sea su guía, pues su espíritu le dirá todo el tiempo... te lo ganaste, te lo mereces. Verso 6: "Un Dios, y un Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos". Si usted adquiere un ministerio por decisión y no por vocación, simplemente usted nunca servirá a los interéses de Dios, sino servirá a los interéses de los hombres que dirigen la congregación, o los suyos propios. Verso 7: "A cada uno fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo". ¿Cómo puede usted desempeñar bien su ministerio si no tiene la "gracias necesaria?, y ¿Cómo la tendrá, si no fue usted enviado a ese ministerio?

¿Cómo podemos saber quién tiene el llamamiento, y es más, si nosotros mismos lo tenemos? La respuesta está en el verso 11: "Y EL MISMO CONSTITUYO". Si Dios le hizo el llamamiento, Dios le dio la gracia para desarrollarlo, Dios es su jefe, y por lo tanto, esa persona tendrá la humildad, la mansedumbre y la dignidad para llevar ese ministerio con amor. No será un ministerio con interéses ocultos, partidistas o personales, sino será un ministerio dedicado al Señor, dirigido por el Señor, y el Señor estará en todo y por todo. De lo contrario, seremos guiádos o estaremos guiándo a otros... con "estratagemas" de hombres, vea el verso 14.