martes, 16 de junio de 2009

Porque cuando muera no llevará nada.

La Escritura está llena de pensamientos que nos llevan a que la mayor gloria que el hombre pueda tener no es el dinero, no es la fama, no es tener de todo, sino que es tener satisfacción, paz y tranquilidad. Pablo dijo: "Porque nada traemos a éste mundo y sin duda, nada nos llevaremos" (1era. Timoteo 6:6); David exclamó: "No temas cuando alguien se enriquece, ni cuando aumenta la gloria de alguno, pues cuando muera no se llevará nada" (Salmo 49:17); Salomón dijo: "No hay nada mejor que el hombre coma y beba del fruto de su trabajo" (Eclesiastés 2:24), y luego repite: "He aquí pues, el bien que yo he visto que da Dios a los hombres, riquezas y bienes y que coma de ellas, esto es don de Dios" (Eclesiatés 5:18-19).

Ahora bien, vivimos en un mundo tan trastornado que el niño que tiene varias chamarras no quiere taparse, mientras que el que no tiene quisiera una para hacerlo; jóvenes que tienen mucha comida en la despensa y viven a dieta para no engordar, mientras en la calle hay millones que no comen porque no tienen; enfermos que no quieren tomarse una medicina, mientras otros mueren porque no la tienen; unos que acumulan riqueza tras riqueza, mientras otros no tienen en dónde o con qué pasarla. Esto, no implica necesariamente que el tener nos convierta en pecadores, pero sí nos hace culpables si no compartimos y no enseñamos a compartir a los nuestros.

Dijo Pablo, uno de los pocos hombres ricos o acomodados que el mundo haya visto despojarse de las riquezas para servir al hombre: "Porque nada hemos traído a éste mundo, y sin duda, nada llevaremos". Luego la Escritura dice: "El que da al pobre a Jehová le presta" (Proverbio 19:17). La incógnita es entonces ¿Si la sabiduría de las riquezas está en comer, beber y dar, y cuando nos vayamos de éste mundo no llevaremos nada, entonces por qué no compartir con el que no tiene?
Sobre todo, cuando ésta Escritura misma nos dice que el bien que hagamos, Dios nos lo va a devolver. En lo personal una de las Escrituras favoritas con que vivimos desde que conocimos al Señor en una forma personal es: "Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan"(Salmo 37:25). ¿Estamos dando a los pobres? ¿Les estamos enseñando a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos que compartan el pan con los necesitados? Si es así, entonces, cuando lleguemos a viejos... no veremos a nuestros descendientes mendigar por pan.