miércoles, 23 de septiembre de 2009

Y me seréis hijos e hijas y yo seré vuestro Padre.

Esta es una de las más bellas promesas que Dios nos ha hecho a los humanos. Es bella porque nos da seguridad. Es bella porque nos está diciendo que lo que quiere hacer con nosotros es lo que EL promulga desde el principio de los tiempos, fortalecernos por medio de una relación familiar. Es un hecho comprobable que un niño o una niña que crecen en el seno familiar con ambos padres, son personas más seguras en la vida. Las que crecen en hogares separados se muestran inseguras, dubitativas, temerosas y muchas veces equívocas.

Sólo una condición nos pide Dios para hacer una familia con nosotros, para ser nuestro Padre y que nosotros seamos sus hijos y sus hijas... SALGAN DE EN MEDIO DEL MUNDO Y SUS GENTES (Isaías 52:11 y 2da. Corintios 6:16-18). Dios no desea una familia materialista, una familia que esté pensando en lo mejor de éste mundo. Dios desea una familia espiritual, que busque la excelencia pero en lo espiritual. La razón es porque EL desea vivir con sus hijos y con sus hijas eternamente, no solamente 70 ú 80 años. Lo material es finito, Dios desea darnos su presencia y su amor eternamente. Ciertamente necesitamos un techo en éste mundo para vivir, pero no necesitamos el más lujoso; ciertamente necesitamos un auto para movilizarnos, pero no necesitamos uno del último modelo. Ciertamente necesitamos ropa para cubrirnos, pero no tiene porque ser a la última moda.

Pablo nos recomienda que: "Ya que tenemos tales promesas de Dios, limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2da. Corintios 7:1). La santidad la vamos a alcanzar solamente apartándonos de los placeres de éste mundo, no la vamos a alcanzar aislándonos nosotros pues la mente también es traicionera, y aún solos podemos pecar. Busquemos la santidad en el temor de Dios y entonces seremos hijos e hijas y Dios será nuestro Padre.