viernes, 25 de diciembre de 2009

Según lo que siembres, así cosecharás.

Cada día que pasa, con nuestras acciones, con nuestra actitud, con nuestra forma de vida, estamos sembrando una semilla cuyo fruto miraremos gloriosa o tristemente florecer el día de mañana.

Dice la Palabra de Dios en 2da. de Corintios 2:9 lo siguiente: "El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, también generosamente segará". Hoy, no nos damos cuenta quizás de lo que hacemos o de lo que decimos, pero el resultado sí que lo miraremos años más adelante o quizás antes. No nos extrañe que nuestros hijos no quieran estar con nosotros, o que los hijos de nuestros hijos no quieran acompañarnos, si hoy, nosotros preferimos otros eventos antes que estar o compartir con ellos. A eso se le llama sembrar. No nos extrañe recibir algo de algún desconocido o de algunos de sus hijos, si hoy, nosotros hacemos algo por ellos, aún que para nosotros parezca algo insignificante.

Lo ilustramos con la siguiente historia: una noche muy lluviosa una mujer de color estaba pidiendo un aventón en una carretera solitaria, nadie le hacía caso hasta que un señor sí la ayudó. Luego de llevarla hasta donde ella lo necesitaba, y que ella le pidiera su dirección, se despidieron con la gratitud del caso. Pocos días después éste buen hombre recibió en la puerta de su casa una caja enorme con un televisor dentro, con una nota que decía más o menos así: Gracias por su valiosa y oportuna ayuda. Firma: La mamá de Nat King Cole. Nunca sabemos a quién podemos ayudar, pero tampoco sabemos nunca, lo que podremos recibir a cambio. Meditemos, pues el día de hoy se pasa muy rápido y el mañana llega más pronto de lo que pensamos.