miércoles, 16 de diciembre de 2009

Corriendo con paciencia.

"Por tanto, nosotros también, teniendo alrededor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de EL sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios" (Hebreos 12:1-2).

¿Además de quiénes nosotros también? El capítulo 11 nos lo acaba de mencionar: Abel, Enoc, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José, Moisés y todos los hombres de fe que nos han precedido, y que hoy, son esa grande nube de testigos que se despojaron de toda carga. ¿Cómo se despojaron de toda carga? Pues no poniendo sus ojos en éste mundo sino como lo hizo Moisés... poniendo sus ojos en el invisible. Eso hizo que, por simple lógica, dejaran el pecado que los asediaba, y que es el mismo pecado que nos asedia a nosotros, es más, dice la escritura que el mismo Jesús fue tentado en todo lo que nosotros somos tentados, pero venció (Hebreos 4:15).

Todos tenemos una carrera por delante. Todos tenemos una misión en éste mundo. Aún los malos tienen una misión designada para el día oportuno, la escritura nos lo narra así: " ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para la destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia, preparados de antemano para la gloria" (Romanos 9:22-23). Pero nosotros no siendo vasos de ira sino de misericordia, tenemos que correr nuestra carrera con paciencia. Aceptando lo que El nos manda, sea que lo consideremos bueno o sea que lo consideremos malo. Allí está la diferencia entre los vasos de ira y los vasos de misericordia, en cómo tomemos el día malo.