martes, 14 de abril de 2009

Cumple el ministerio que recibiste del Señor.

Nadie llegó por casualidad o por coincidencia a los pies de Cristo. Es más, hasta los impíos tienen una misión en los caminos del Señor, nótese cómo Poncio Pilatos y Herodes tenían un papel protagónico en la vida de Cristo, recuerde cómo el soldado que traspasó el corazón del Señor tenía esa misión asignada, cómo un Cireneo tenía la misión de ayudar a Cristo con la cruz (todo lo cual se ve en los evangelios al momento de la cruz).

Cuando Pablo se está despidiendo de los Colosesenses en su epístola le manda a decir a Arquipo: "Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor" (Colosenses 4:17). Hemos de entender algo, todo aquél que tiene el privilegio de conocer al Señor personalmente tiene un ministerio, algunos son ministerios muy vistos y muy aplaudidos, otros son ministerios muy escondidos pero igualmente recompensados por Dios. Recuerde usted a Semeón el anciano que pasó ochenta y tantos años con la promesa que no cerraría sus ojos sin antes haber visto al Hijo de Dios, un día de tantos cuando ya estaba anciano y cercano a la muerte el Espíritu le dijo HOY, HOY ES EL DIA, dejó lo que estaba haciendo y fue al templo y allí estaba el Hijo de Dios (Lucas 2:25-30).

Ahora bien, si usted nota con cuidado en esos versos verá que la espera de ochenta y tantos años tuvo una recompensa que ya quisieran muchos de los que acostumbran a poner mantas y carteles anunciándose como grandes evangelistas... Simeón pasó a la historia como el hombre que presentó en brazos al Hijo de Dios en el templo. Dios tiene un ministerio para cada uno, solamente a sus pies y bajo la cobertura del Espíritu Santo lo conoceremos, y solamente bajo su dirección lo podremos cumplir sin que la vanidad y el orgullo interfieran en lo que es únicamente la Gloria de Dios.