miércoles, 16 de septiembre de 2009

Misericordia quiero y no sacrificio.

Muchas personas acostumbran hacer grandes sacrificios y aún hasta llegan a flagelarse, según ellos,para agradar a Dios. Nada más alejado de la verdad y del gusto de Dios. No es del agrado de Dios que sus hijos se autoflagelen, sobre todo porque cuando ésto es hecho por motivos y fines personales. Muchas personas hacen grandes sacrificios, pero es porque quieren conseguir propósitos egoistas. No es para fines de beneficios para otros.

En Mateo capítulo 12 y versos 3-8, vemos el ejemplo de lo que estamos exponiendo. En los tiempos de David, solamente los sacerdotes podían entrar a ciertos lugares del templo, así como, comer los panes de la proposición. Sin embargo, David los comió sin ser sacerdote, pero no murió porque lo hizo para satisfacer a otros,sus soldados. El Sumo Sacerdote también profanaba el templo al entrar en día de reposo y romper las normas, pero lo hacía para expiar las culpas de otros, el pueblo. Esos son los casos en los que Dios disculpa el rompimiento de las reglas y las normas. Nos han hecho creer que Dios es un Dios de patrones y que castiga y se ensaña con los que rompen en ocasiones especiales esas normas, pero no es así. Dios siempre vela por el bien de nosotros pero también por el bienestar de todos.

El resultado de ser misericordiosos en lugar de buscar sacrificios es salvar a los perdidos. Al menos esa idea nos da el verso 7. Tenemos que entender que los sacrificios, los flagelos, las abstinencias, nos son de provecho personal pero con eso no salvamos a nadie. Es el tener y el aplicar misericordia (de los cielos no humana)lo que salva almas perdidas.