jueves, 15 de enero de 2009

No tendrâs dioses ajenos a mî

Cuando Dios le diô en el monte Sinaî los mandamientos a Moisês (que por cierto se dice 10 pero si estudiamos Exodo de los capîtulos 20 al 23 veremos que son mâs), lo primero que le dijo fue: "No tendrâs dioses ajenos a mî" (ver 20:3); "No te harâs imagen de mî de nada que estê en el cielo, en la tierra o en el agua" (ver verso 20:4); "No te inclinaràs a ellas ni las honrarâs, porque Yo soy Jehovâ fuerte y celoso... que visito la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generaciôn (ver 20:5) . En Exodo 20:23 vuelve a decir: "No hagâis conmigo dioses de plata ni de oro".

David, uno de los hombres mâs amados de Dios entre toda la humanidad escribiô en el Salmo 115: "Los îdolos de oro y plata, obra de hombres, tienen boca y no hablan, tienen ojos y no miran, tienen orejas y no oyen, tienen naricez y no huelen, tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, no hablan con su garganta, semejantes a ellos son los que los hacen y los que en ellos confîan".

Cuando creemos que un îdolo representa a Dios y por ello nos inclinamos ante el, lo honramos como a dios, lo beneramos como si fuera una persona... segûn palabras del mismo Dios, en lugar de agradarlo lo ofendemos, y EL lo mira como maldad, maldad que El dice que nos harâ daño a nosotros y a nuestros hijos y a nuestros nietos y a nuestros bisnietos. Solamente tenemos dos caminos: romper esas cadenas NO adorando imâgenes o simplemente no quejarnos cuando nos va mal a nosotros o a nuestros descendientes, porque por buscarla hemos perdido su protecciôn.