miércoles, 6 de mayo de 2009

Probad los espíritus para ver si son de Dios.

Hoy, debido a las facilidades de la comunicación, y más aún, cuando se ve tanta necesidad espiritual en el mundo, vemos que con mucha facilidad cualquier hijo de vecino toma una Biblia, la medio lee, se denomina apóstol y va por doquier diciendo que es un "enviado de Dios", y muy pronto también, vemos las terribles conscuencias de dicha labor. Esto sucede simplemente porque nosotros mismos lo permitimos, pues el poco tiempo libre que nos queda después de trabajar no lo utilizamos para conocer a Dios personalmente, sino lo utilizamos para leer el periódico, ver televisión, ir al gim, etc.

Si leyéramos un poco, y decimos tan sólo leer un poco las Escrituras, nos enteraríamos de lo que el sí Apóstol Juan nos dijera en su primera epístola capítulo 4 y verso 1: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios". Y además, nos da algunas claves para que sepamos quién viene de parte de Dios y quién departe propia. 1) Verso 2: En ésto conocemos que el Espíritu es de Dios, si confiesa que Jesucristo ha venido en carne. 2) Verso 5: Los que no son de Dios cuando predican, hablan del mundo y de los asuntos de éste mundo, no de los asuntos celestiales. 3) Verso 6: Cuando habláis con ellos, ellos no os quieren escuchar (porque a ellos les interesan los asuntos materiales no los espirituales). 4) Verso 10: Ellos no están concientes que el amor consiste en que Dios nos amó primero a nosotros, no nosotros a EL, por lo tanto el amor depende y nace de Dios no de nosotros. 5) Verso 18: Ellos no saben que en el verdadero amor no hay temor, pues el amor de Dios nos libera de todos nuestros temores.

Cualquiera puede hoy tomar una Biblia, levantar un culto y decir que viene en el nombre del Señor, pero eso no significa que sea verdadero él, verdadera su doctrina, menos aún sus intenciones. Si el deseo de Dios es que probemos primero los espíritus para ver si vienen de EL, eso es lo que nos corresponde hacer para no caer en manos de engañadores, pues lo que está en juego no es nuestro futuro material sino nuestro futuro espiritual.