sábado, 17 de enero de 2009

Al paso de la oveja mâs dêbil

Cuando al fin de los años Jacob se reconciliô con su hermano Esaû, êste saliô a su encuentro con el fin de abrazarlo de gozo por tantos años de no verlo, a su encuentro Esaû le dice: "Anda, vamos y yo irê delante de tî" (vea Gênesis 33:12). Eso, porque Esaû estaba felîz y eufôrico de volver a ver a su hermano. Pero Jacob, consciente de que llevaba a sus esposas y a sus concubinas y todas con sus niños, le responde: "No, pase ahora mi Señor y yo irê detrâs de êl, al paso de mis ovejas mâs dêbiles y de mis niños" (vea Gênesis 33:14).

¿Quê lecciôn nos da a nosotros ese pasaje? La euforia del afân es buena en el hombre cuando emprende algo, no hay nada mâs digno para un hombre que iniciar algo pero tambièn terminarlo; dejar una obra a la mitad desdice de una persona (salvo situaciones muy especîficas). Pero, debemos evitar que la euforia nos convierta la obra en una angustia, en una pena, o peor aûn, en una tragedia.

Si recordamos bien, Jacob venîa de Padân una ciudad que estaba situada frente a Ur de los caldeos en las playas de Mesopotamia, hoy conocido como el Golfo Pèrsico y venîa hasta Canaân, hoy conocido como Israel. Lo que significa que recorriô todo el desierto de lo que hoy es Lîbano y Sîria, en otras palabras, si Jacob se hubiera contagiado de la euforia de su hermano, lo mâs seguro es que tanto sus ganados como sus niños hubieran perecido por el agotamiento. Meditemos cada vez que empredamos una obra y vayamos paso a paso.