jueves, 9 de julio de 2009

Después de que cante el gallo... hay esperanza.

Jesús, sabiendo que las personas que lo iban a apresar se acercaban, les dice a sus discípulos, a aquellos que habían caminado tres años y medio junto a EL, aquellos que habían comido y dormido con EL, aquellos que habían visto de primera mano todos y cada uno de los milagros y las maravillas que Jesús había hehco... "Hoy será noche de tropiezo o de escándalo para ustedes, pues escrito está: Heriré al pastor y las ovejas serán dispersadas" (ver Marcos 14:27).

Entre ellos había uno, que seguramente por su edad, alrededor de unos 25 a 30 años y por su profesión de pescador, era fuerte, valiente e impetuoso, le dice al Señor: Aunque todos te dejen, YO nunca te dejaré, Señor". Pero Jesús que conoce el corazón de cada uno de nosotros le responde: Pedro. "Decierto te digo, que tú, hoy, ésta noche, antes que cante el gallo... me negarás". Al momento se acercan quienes le tomarán preso, todos los discípulos se dispersan como Jesús lo acaba de profetizar, incluyendo al joven, fuerte y valiente Pedro, y, quien dicho sea de paso se atreve a seguirles para ver en dónde han de poner a su Maestro. A la media noche, luego de que Pedro a negado a su Señor, el gallo canta, y Pedro reflexiona que el resto de la profecía se ha cumplido. Llora y se arrepiente, y el Señor, de lejos y con sus ojos profundamente puestos no en los ojos de Pedro sino en su corazón, lo perdona.

Acaso no le parece a usted conocida la escena, Dios nos da de comer todos los días, nos viste, nos da un trabajo digno, nos mantiene sanas, nos da el gozo de una familia, de la alegría de vivir... y nosotros lo negamos, y no nos damos cuenta sino hasta que el gallo canta. Pero hay una esperanza después de que el gallo cante, si lloramos y nos arrepentimos, y dejamos de hacer lo que le ofende, lo que nos hace dispersarnos, entonces EL levanta su mirada la pone no en nuestros ojos, sino en nuestro corazón y somos perdonados.