sábado, 19 de diciembre de 2009

Allí, no habrán colados.

Seguramente a usted le a pasado lo que nos ha pasado a nosotros, estamos haciendo la fila correctamente en nuestros vehículos, y cuando al fin ésta avanza, viene uno, dos, o tres "listos" y se cuelan. Y esto, no nos ha pasado ni pocas veces ni en pocas ocasiones.

Hace unos años estuvimos en un evento en un hotel, todos los invitados al evento tenían un gafete, dicho gafete tenía impreso en letras resaltadas el nombre de la empresa a la que representábamos, y nuestro primer nombre para poder ser llamados por nombre. Muy originalmente los organizadores hicieron lo que no muchos hacen, pues no es lo mismo llamar a alguien colega, compañero, o amigo, que llamarlo por su primer nombre o en algunos casos, como el propio, preferimos los sobrenombres que desde niños hemos llevado. Así, ahora en la calle usted mira a esas personas después de muchos años y recuerda, a allí viene Carlos, allí viene Arturo, o más seguramente usted dice allí viene el Tete, o allí viene el Pichi. El punto es que, al menos en ese evento, no había colados, pues si usted no tenía un gafete es porque no era invitado.

Estamos a punto de llegar a un día, el cual es conocido solamente por Dios, en el cual nos pondrán un NUEVO NOMBRE; dicho nombre es también conocido solamente por El. Vamos a ir, los que creemos, amamos y practicamos a Dios, a un lugar también solamente conocido por EL; y allí, no habrán colados; allí, no podrá estar nadie que no tenga gafete. Y como en el caso del evento al cual fuimos a ese hotel, los gafetes no los entregan si uno no ha pagado el precio para poder entrar. Meditemos.