domingo, 21 de febrero de 2010

Intereses ocultos.

Todo hombre o mujer tienen una profesión o un oficio, en el caso personal por no haber terminado una carrena nos hemos movido en el ambiente de las ventas en los últimos 40 años. Durante ese tiempo hemos tenido la oportunidad de ver un poco de todo.

Hemos visto salir de la pobreza a muchos, hemos visto también hacer grandes esfuerzos a otros pero sin resultados positivos. Pero de lo que más abunda nuestra bolsa de anécdotas, es de personas que con motivos ocultos han engañado a otros, y sin darse cuenta se han engañado así mismos, quedándose al final, con las manos vacías . Uno de los pecados que Dios más castiga en los hombres, según nuestra experiencia, es el engaño que oculta una persona en su corazón y que disfraza del otro con bondades. Cuando el evangelio se iniciaba a expander los discípulos Pedro y Juan fueron de Jerusalén a Samaria para predicarlo, allí en la ciudad encontraron a un tal Simón que ganaba dinero engañando a la gente, y cuando éste vió que cuando los discípulos imponían las manos a la gente, ésta recibía el Espíritu Santo, tuvo la genial idea de tener un "mejor estilo de vida". Así, les ofrece dinero a los discípulos para que le den "el don" y él también pueda "ayudarles" en su labor evangelística. Pero el verdadero motivo de Simón "estaba oculto", y Dios se los hace saber a Pedro y a Juan. El resultado es la siguiente sentencia: Tu dinero perezca contigo, pues los dones de Dios no se obtienen por dinero" (Hechos 8:20). Y Simón se quedó con la manos vacías.

Nunca, nunca, nunca, alguien que con fines ocultos busque algo lo va a obtener por designos divinos. Podemos tratar de engañar a los hombres, pero las decisiones que tomemos para hacer tal situación son conocidas de Dios siempre, y tarde o temprano la vida nos pasará la factura de nuestro error. Toda acción tiene una reacción, todo lo que hacemos tiene un efecto y causa una consecuencia. Midamos bien nuestros pasos pues, no sea que nuestros deseos perezcan con nosotros y nos quedemos con las manos vacías por culpa de nuestros interéses ocultos.