sábado, 31 de enero de 2009

¿Por qué acontecen sucesos malos?

¿Por qué se murió mi esposo o mi esposa? ¿Cómo le fue a dar cáncer a mi hermana? ¿Cómo es posible que se haya muerto mi hijo? ¿En dónde estaba Dios cuando me robaron mi herencia? ¿Por qué Dios permitió que sucediera algo así? Estas como muchas otras preguntas nos las hemos hecho durante el transcurso de nuestra vida, pero, como le dijo Jesús a Juan cuando le limpió los pies: "Lo que yo hago ahora tu no lo entiendes hoy, pero lo entenderás mañana" (vea Juan 13:7).

Hay acontecimientos que nos marcan para toda la vida, y en el corazón del hombre queda un vacío difícil de llenar. Y lo peor que nos puede pasar en esos momentos difíciles es: estar en desconocimiento de los tratos del Señor para con nosotros, o, ser acompañados por personas que no saben cómo ayudarnos. Lo primero porque nos puede traer un distanciamiento para con Dios quien es el que permite todo en nuestras vidas, que no nos va a permiter sacarle el provecho debido a la situación, y lo segundo, porque puede entrar amargura a nuestros corazones debido a la autocompasión de ¿por qué a mí? si soy una buena persona.

Mejor ejemplo de una persona buena a la que le pasó de todo no lo podemos tener sino en la persona de Jesucristo, pero su muerte sirvió para salvar al mundo; otra persona buena que murió sin aparentes razones es Esteban, pero sus ropas las pusieron a los pies de un tal Pablo o Saulo de Tarso que llegó a ser un titán en el evangelio; unos eran cojos, otros eran ciegos, otro murió como Lázaro... pero todos con una razón que en su momento nadie entendía, pero que hoy, a través de los tiempos vemos por qué... y logramos entender que no necesariamente lo que Dios permitió era malo.