viernes, 31 de julio de 2009

Porque pronto pasan... y entonces volamos.

"Los días de nuestra edad son setenta años, y en los más robustos ochenta" (Salmo 90:10). En los tiempos de nuestros abuelos y cuando nosotros eramos niños, sentíamos que las horas no pasaban nunca, que los días eran muy largos, y si por casualidad nuestro cumpleaños estaba cerca sentíamos como que los días más bien se hacían más largos. Hoy, hasta los niños dicen que no alcanza el tiempo.

Los años pasan, para unos lentos para otros rápido, pero el hecho es que cada día estamos más cerca de entregarle cuentas a Dios por éste "don" precioso que ha sido nuestra vida. Los de nuestra generación que hoy tenemos 56 años, según la escritura, estamos a menos 14 (como dirían en la NASA) de entregar cuentas; nuestros hermanos mayores estarán a menos 8, menos 6, o quizás a menos 1. Y si a usted le da un poco de nervios pensar en eso, bueno, agréguele el IVA y súmele los 10 años de los más robustos para sumar ochenta, quizás eso le de más tranquilidad. Pero sepa una situación, sigue diciendo el Salmista: "Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo... porque pronto pasan y entonces volamos" (verso 10).

Quizás unos de los pensamientos más sabios que hemos oído o leído de parte de los hombres, es el de el Rey David cuando dijo: "Hazme saber, Jehová mi fin, y cuánta sea la medida de mis días, sepa yo, cuán frágil soy" (Salmo 39:4). Sí, quizás lo más sabio sería postrarse a los pies del Señor y preguntar ¿Cuánto tiempo me queda Señor? Sabiendo que soy frágil, para que me "enseñez a contar de tal forma mis días, que pueda traer a mi corazón sabiduría" (Salmo 90:12), pues los años pasan pronto, y también pronto, llega la hora de volar.