martes, 26 de enero de 2010

Señor, solamente dí la palabra.

Un día Jesús descendía del monte y le seguía mucha gente, entre esas gentes estaba un centurión. Recordemos rápidamente quiénes eran los centuriones: Eran soldados romanos que estaban a cargo de cien soldados, hoy diríamos capitanes de cien soldados, su nombre se deriba del Latín, Centum, que quiere decir cien. Pues bien, éste centurión siendo romano, sabía que Jesús hacía milagros y es por ello que se le acerca.

Cuando lea el pasaje en Mateo 8:5-8, no lo lea solamente como letras que narran un evento sino UBIQUESE EN EL MOMENTO, y verá con qué claridad se aprende una lección. Jesús tenía fama de hacer milagros, milagros que los religiosos (quienes se suponía eran los obligados y los indicados a hacerlos, NO LOS HACÍAN). Un centurión pasa cerca de Jesús, y lo primero que piensa es en su criado enfermo, es por ello que se le acerca y le pide: "Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado, por favor dí la palabra y será sano", y Jesús le responde: "Vamos a tu casa". El centurión replica con una claridad de mente y limpieza de corazón, que muchos de los que hoy nos llamamos creyentes no tenemos: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa".

¡Qué momento de la historia! A Jesús se le paran los pelos, se emociona, piensa dentro de sí: Gracias Padre, no vine en balde a éste mundo, los míos no me conocen, no me creen, no confían en mí, pero éstas ovejas perdidas de la casa de Israel, ellos sí. Y así, conmovido hasta las entrañas Jesús declara una de sus frases más impactantes durante su ministerio: "De cierto os digo, que ni aún en Israel he hallado tanta fe" (verso 10). ¿Llegaremos nosotros algún día a conmover el corazón de Jesús, con tanta fe? Desconfiamos de El, hoy, por el problema que tenemos, cuando llevamos diez, quince, veinte, o más años, viendo cómo nos ha sacado de problemas, de angustias, de necesidades? ¿Saldrá alguna vez de la boca del Señor una expresión tal acerca de nosotros? ¿Podremos conmover el corazón de Jesús, hoy nosotros, como lo hizo aquél centurión hace dos mil años? ¡Señor, solamente dí la palabra y yo sé que mi problema terminará, gracias!