lunes, 30 de noviembre de 2009

Todavía somos los mismos.

Cuando Moisés sacó al pueblo de israel de Egipto luego de las diez plagas, éste llegó al Mar Rojo con el ejército de faraón y el mismo faraón tras ellos, éstos se vieron materialmente copados y su reacción primera fue "murmurar" lo siguiente: "¿Acaso no había sepulcros suficientes en egipto para que muriéramos allá? ¿Mejor nos hubiera sido servir en egipto que venir a morir al desierto?.

Para la gran mayoría de creyentes es sabido que egipto es una figura del mundo por todos los placeres y las riquezas que ésta nación e imperio ofrecía; que faraón por su poder, su malignidad, y al creerse también un dios, es figura de satanás; que el desierto al exponernos a la muerte física es una figura del mundo. Bueno, pues hoy el desierto nuestro se muestra en tanta prueba, en tanta lucha, en tanta aflicción material, y tanta necesidad espiritual que mantenemos, y, para muchas personas que nos decimos creyentes, es muy obvio que en momentos de alta tensión si nos preguntaran diríamos que "sería preferible servir a los egipcios que morir en el desierto".

Tenemos que entender que es un Dios bueno, un Dios de misericordia, y un Dios que nos ha escogido para andar en el desierto, el que nos ha escogido también para liberarnos de egipto y no para matarnos en el desierto. No habían terminado de murmurar los israelitas cuando Dios ya estaba dando la solución: Abriendo el mar. Lo mismo que nos sucede a nosotros hoy, y esa acción nos trae a arrepentimiento, pues vemos que aún sin que nosotros nos demos cuenta Dios ya sabe qué es lo que quiere, y qué es lo que va a hacer por y para nosotros y qué puerta va a abrirnos. Luchemos por no murmurar pues todavía somos los mismos.