Cuando Moisés sacó al pueblo de israel de Egipto luego de las diez plagas, éste llegó al Mar Rojo con el ejército de faraón y el mismo faraón tras ellos, éstos se vieron materialmente copados y su reacción primera fue "murmurar" lo siguiente: "¿Acaso no había sepulcros suficientes en egipto para que muriéramos allá? ¿Mejor nos hubiera sido servir en egipto que venir a morir al desierto?.
Para la gran mayoría de creyentes es sabido que egipto es una figura del mundo por todos los placeres y las riquezas que ésta nación e imperio ofrecía; que faraón por su poder, su malignidad, y al creerse también un dios, es figura de satanás; que el desierto al exponernos a la muerte física es una figura del mundo. Bueno, pues hoy el desierto nuestro se muestra en tanta prueba, en tanta lucha, en tanta aflicción material, y tanta necesidad espiritual que mantenemos, y, para muchas personas que nos decimos creyentes, es muy obvio que en momentos de alta tensión si nos preguntaran diríamos que "sería preferible servir a los egipcios que morir en el desierto".
Tenemos que entender que es un Dios bueno, un Dios de misericordia, y un Dios que nos ha escogido para andar en el desierto, el que nos ha escogido también para liberarnos de egipto y no para matarnos en el desierto. No habían terminado de murmurar los israelitas cuando Dios ya estaba dando la solución: Abriendo el mar. Lo mismo que nos sucede a nosotros hoy, y esa acción nos trae a arrepentimiento, pues vemos que aún sin que nosotros nos demos cuenta Dios ya sabe qué es lo que quiere, y qué es lo que va a hacer por y para nosotros y qué puerta va a abrirnos. Luchemos por no murmurar pues todavía somos los mismos.
lunes, 30 de noviembre de 2009
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